Hace casi 5 años os conté una historia sobre cómo, a los 7 años, mis dos hermanos mayores y yo volamos solos a la India para ver a nuestros padres. La aerolínea era BOAC, la precursora de British Airways y el viaje duró más de dos días, con el avión aterrizando en 4 países diferentes en el camino.
En los años
cincuenta, los niños que viajaban solos a larga distancia era algo bastante
habitual, pero BOAC tuvo la brillante idea de que cada niño se inscribiera en
el Junior Jet Club (el avión Comet estaba entrando en servicio) y se le
entregara su propio libro de registro de vuelo, que se rellenaba en cada etapa
del viaje con detalles del kilometraje, el avión, etc. y que el piloto firmaba.
Cada niño también recibía una insignia, que aún tengo.
En cada vuelo, se
nos permitía entrar en la cabina y, si tenías suerte, te permitían sentarse en
uno de los asientos del piloto y simular que estabas pilotando el avión. Me
enganché e inmediato supe que quería ser piloto, un sueño que se frustró cuando
a los 16 años, mi vista se deterioró y tuve que llevar gafas. En esos días tenías
que tener vista perfecta para ser piloto.
Aun así, disfruté
siendo abogado y hay trabajos peores. ¡Podría haber sido contador!