Dos cosas que me interesan son la política y el deporte. Estos se perciben como géneros muy diferentes, pero cada vez más veo que la política se involucra en el deporte.
En Brasil, la famosa camiseta amarilla de fútbol se ha convertido en un símbolo de los partidarios del actual presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro. El amarillo es uno de los colores clave en los mítines del presidente Bolsonaro con personas que visten camisetas de fútbol.
Curiosamente, si el ex-presidente Lula gana las elecciones, espera que la camiseta una vez más sea un símbolo verdadero del amor por Brasil, no por un partido político.
La decisión de la FIFA de organizar la Copa Mundial de Fútbol de 2022 en Qatar ha sido ampliamente criticada, y el historial del país en materia de derechos humanos está bajo escrutinio. Organizaciones como Amnistía Internacional tienen muchas preocupaciones, incluido el historial de Qatar sobre los derechos de los homosexuales y su trato a los trabajadores migrantes.
Otras controversias incluyen, hasta hace poco, futbolistas que se arrodillaban antes de cada partido en apoyo del antirracismo y Black Lives Matters.
Alejándonos del fútbol, todos recordamos las intervenciones del gobierno australiano para evitar que Novak Djokovic jugara en el Abierto de Tenis de Australia.
Prefiero la política para mantenerme al margen del deporte. ¿Qué te parece?