Mi hija, Fiona, está en Wester Ross esta semana, para una expedición del Premio Duque de Edimburgo. Tiene que caminar de Gairloch a Strathcarron, una distancia de más de 50 km por caminos agrestes, cargando una mochila pesada.
Hace varios meses le dije que es muy importante que prepare todo con tiempo para la expedición. Sin embargo, ella no escuchó.
Ella me envió un mensaje de texto el sábado por la tarde: "Papá, ¿puedes traerme tabletas de purificación de agua para el lunes?". Corrí a la farmacia en Bridge of Allan pero no tuve suerte. Boots en Stirling, sin suerte. Mountain Warehouse, sin suerte. Eventualmente, encontré algunas en Trespass.
El domingo, ella no tenía “calcetines adecuados”. El lunes por la mañana, preparó panqueques para la expedición y completó la tarea en menos de 5 minutos antes de que tuviéramos que salir de casa.
Para mí, los últimos días han sido muy estresantes y no quiero tener los mismos problemas el próximo año, así que le pregunté: “Fiona, ¿has aprendido algo de los problemas de dejar las cosas para el último minuto?”.
“Sí”, respondió ella. “¡Incluso si dejo todo para el último minuto, puedo conseguir lo que necesito!”
